Ahora que no podemos salir en busca de la felicidad, aquellos que no sabemos pasar tiempo bajo un techo que no sea de mil estrellas, tenemos que soñar, soñar con lo vivido, y tenerlo presente para tramar nuevas aventuras.
Cuando este enemigo invisible nos amenaza, y nos impide pensar en la libertad de sentirnos vivos caminando junto a un abismo, tenemos que estar llenos de sensaciones. Sensaciones de esas que se quedan unidas al alma, al sentimiento. Esos recuerdos que te recuerdan el vértigo, el miedo, la vida sostenida en la falta de aire por el esfuerzo, por la concentración en no fallar.
Cada minuto, cada segundo, tenemos que volver a vivir soñando con el recuerdo fuerte y profundo que deja en nuestra mente lo que realmente nos hace sentir vivos:
El aroma a jaras de la Pedriza, el frío de las aguas del río en nuestra piernas, el sonido del buitre al cortar el aire con sus alas, o el miedo a caer mientras caminamos por el filo de una arista que no permite error alguno.
Ir a la montaña, a la naturaleza, es tener sensaciones, tener alegrías y miedos, incertidumbres y celebraciones que van más allá de una foto o de un recuerdo plano y soso. Es sentir el frío helador que hace que las pestañas se peguen congeladas unas con las otras, no poder usar las manos por que los dedos se atenazan, y reír por ello como niños que juegan en la nieve.
Ahora que somos leones enjaulados por un domador invisible, ahora que no podemos arriesgar en el vacío, tendremos que soñar, soñar recordando, con la espalda estremecida, aquel día en que caimos desde varios metros de altura, para detenernos por la tensión de la cuerda, y terminar soltando una carcajada llena de libertad y adrenalina.
Llenemos nuestra mente de sensaciones, de sentimientos y busquemos nuevas metas mientras recordamos aquel día, en que el sol radiante nos aplastaba mientras subíamos una cumbre. Sintamos de nuevo la calma que nos dio la sombra de aquella piedra en el camino, compartida con la sonrisa de nuestro compañero de cordada.
Abramos un mapa, recorramos con el dedo una linea y veamos el camino de una nueva aventura, en un nuevo cielo, busquemos incansables una nueva cicatriz profunda en nuestros recuerdos futuros. Algo grande e indómito que nos permita soñar más allá de las paredes que nos sujetan, que nos ahogan…
Renazcamos fuertes y llenos de vida por gastar, por agotar en cada suspiro de esfuerzo, de lucha por superarnos en la montaña.
No dejemos de soñar con lo vivido, y tendremos la felicidad que da la libertad junto vacío…
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