
Las Clavijas de Cotatuero: Historia y tradición
Las Clavijas de Cotatuero son uno de los pasos más emblemáticos del montañismo clásico en los Pirineos.
Situadas en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, en la vertiente norte del macizo, y dentro del término municipal de Torla-Ordesa. Este paso aéreo, tallado sobre una vertical pared caliza que se alza sobre el impresionante Circo de Cotatuero, permite superar un abrupto escalón rocoso en una zona donde el terreno impone mucho mas que respeto.
Las clavijas son unos anclajes metálicos empotrados en la roca, una especie de escalera vertical natural de hierro. Se instalaron en el año 1881 por encargo de un cazador inglés que, fascinado por la riqueza faunística de la zona, deseaba facilitar el acceso a zonas altas de caza. El herrero local Bartolomé Lafuente, de Torla, fue el encargado de forjarlas e instalarlas, convirtiéndose en uno de los pioneros en equipamientos verticales en la montaña española.

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De camino de caza a ruta montañera
Con el tiempo, las Clavijas de Cotatuero dejaron de ser un acceso exclusivo para cazadores y se integraron en las rutas montañeras más frecuentadas del Parque Nacional. Pasaron a formar parte del recorrido hacia la Faja de las Flores, una espectacular cornisa suspendida a más de 2.000 metros de altitud, considerada una de las rutas más bellas de todo el Pirineo.
Además, las clavijas también permiten conectar el valle de Ordesa con itinerarios de alta montaña hacia el Refugio de Góriz, la Brecha de Rolando, el Refugios de Sarradets o los Tresmiles de esta zona. Su utilidad no solo ha sido recreativa, sino también logística en labores de vigilancia, gestión del parque y rescates de montaña.
A lo largo de su historia, las clavijas han sido reforzadas y revisadas en varias ocasiones, especialmente tras la declaración del Parque Nacional.
En los años 90, y más recientemente en 2010, se realizaron trabajos de reparación y sustitución de algunas piezas, así como la instalación de cadenas de seguridad paralelas para mejorar el tránsito de los montañeros. Estos trabajos buscaban conjugar la conservación del entorno con la seguridad de los visitantes, en un lugar donde el vacío y la verticalidad imponen incluso a los más experimentados.

Un entorno de alto valor ecológico
El entorno natural del Circo de Cotatuero es de gran riqueza. La zona alberga especies emblemáticas como el quebrantahuesos, el sarrio (rebeco pirenaico), el tritón pirenaico en los torrentes, así como una amplia variedad de flora alpina endémica. Las paredes calizas, los prados alpinos y los bosques de hayas y abetos que rodean la zona conforman un hábitat único protegido.
A pesar de la existencia de las clavijas y el paso humano, no se ha documentado una alteración significativa de la biodiversidad a lo largo del tiempo atribuible directamente a su uso, pero si a la caza la cual facilitarón estas clavijas en los inicios de estas.
Sin embargo, el aumento del turismo y el uso deportivo del entorno ha generado cierta presión, que los gestores del Parque han intentado mitigar mediante regulaciones y control de accesos.
Controversia reciente: vandalismo o activismo
Este mismo mayo de 2025, las Clavijas de Cotatuero, han sido objeto de un acto que ha reavivado un intenso debate sobre el equilibrio entre conservación ambiental y preservación del patrimonio. Doce de los anclajes metálicos, instalados en 1881 para facilitar el tránsito por la ruta de la Faja de las Flores, fueron retirados por un grupo de activistas que argumentaron razones ecológicas, con la intención de «devolver el espacio natural a su estado original».

El grupo, encabezado por Jesús Vallés, también manipuló señalizaciones y colocó pancartas con mensajes como «Ordesa libre» y «Santuario de los bucardos», en referencia a especies emblemáticas que habitaron la zona. Los autores difundieron un vídeo en redes sociales reivindicando la acción como parte de una intervención de restauración ecológica.
La respuesta institucional fue inmediata. El Gobierno de Aragón condenó lo ocurrido y anunció una denuncia formal, trasladando el caso a la Fiscalía. El alcalde de Torla manifestó su preocupación, destacando que este acto afecta no solo a la infraestructura, sino también al valor simbólico y emocional que este lugar representa para la comunidad local.
Desde el ámbito del montañismo, expertos como Fernando Garrido, guía de alta montaña, advirtieron sobre los riesgos que la retirada de las clavijas implica para la seguridad de senderistas y escaladores. Para muchos profesionales del sector, este tipo de acciones, aunque motivadas por ideales medioambientales, pueden poner en peligro a quienes recorren estos espacios sin el conocimiento técnico necesario para afrontar pasos tan exigentes.

Las Clavijas de Cotatuero no solo permiten salvar un desnivel importante en el Circo de Cotatuero; también representan una pieza del patrimonio cultural y deportivo de los Pirineos. Su instalación marcó un punto de inflexión en el desarrollo del montañismo español, facilitando el acceso a rutas emblemáticas y atrayendo a generaciones de excursionistas.
Este incidente ha puesto sobre la mesa una cuestión compleja: ¿cómo equilibrar la protección del entorno natural con el respeto a infraestructuras que forman parte de la historia humana en estos espacios? Mientras algunos defienden la eliminación de elementos artificiales en aras de una naturaleza más «pura», otros abogan por mantener aquellas estructuras que, como las clavijas, han llegado a integrarse en la identidad del paisaje.
Actualmente, el paso de las Clavijas permanece cerrado temporalmente por motivos de seguridad, mientras se evalúan posibles soluciones. El suceso invita a una reflexión profunda sobre el modelo de conservación que deseamos aplicar en nuestros parques nacionales.

Un símbolo de los Pirineos
Las Clavijas de Cotatuero no son solo un paso en la roca. Son un testimonio vivo del vínculo entre el ser humano y la montaña, de la evolución del alpinismo y del respeto por un entorno que impone por su belleza y su verticalidad. A lo largo de más de 140 años, han sido transitadas con respeto por miles de montañeros que han dejado en ellas historias, sudor y emociones.
Hoy, más que nunca, su destino se debate entre la conservación del legado y la necesidad de equilibrio ecológico.
Mientras tanto, su historia sigue viva en cada roca, en cada paso suspendido en el vacío, en cada mirada al fondo del valle de Ordesa.
