
Un relato antiguo y casi olvidado, nos cuenta el Origen mitológico de la Pedriza, ese fabuloso lugar lleno de historias y anécdotas donde ser felices haciendo senderismo o escalando duras paredes graníticas
El Origen mitológico de la Pedriza
Hace tanto tiempo que ocurrió, que a los lugareños de la Pedriza les cuesta creer el relato de los dos pueblos transmitido durante generaciones.
Y, sin embargo, el Canto del Tolmo, Los Guerreros y El Centinela son solo algunos de los vestigios que persisten de aquellas batallas que marcaron la historia de estas tierras.

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Dos clanes, una rivalidad eterna
Hace muchos, muchísimos años, en la Pedriza convivían dos pueblos. Uno habitaba la Pedriza Anterior, el otro la Pedriza Posterior.
Sus diferencias eran profundas y su rivalidad, conocida por todos. Durante un tiempo, la tensión fue contenida, pero no podía durar para siempre. Las disputas crecieron, y pronto la guerra se volvió inevitable.
La primera guerra y la Peña de la Bota
Los dos clanes se armaron con lo único que la tierra les ofrecía: piedras. La batalla fue feroz y, aunque ambos bandos lucharon con igual valentía, la Pedriza Posterior salió victoriosa tras largas jornadas de combate.
Para conmemorar su triunfo, erigieron un monumento con forma de bota, la Peña de la Bota, un símbolo de su superioridad sobre sus antiguos hermanos.

Siglos de rencor y una segunda batalla
Los años pasaron, los siglos se sucedieron, pero la Pedriza Anterior nunca olvidó la humillación sufrida.
El deseo de venganza ardía en sus corazones generación tras generación, y cuando la diplomacia fracasó, la guerra volvió a llamar a sus puertas. El enfrentamiento fue aún más cruento que el primero.
Décadas de odio se volcaron en cada piedra lanzada, en cada golpe recibido. Finalmente, la Pedriza Anterior emergió como la vencedora. Para recordar su gloriosa victoria, erigieron una imponente roca que con el tiempo se conocería como El Yelmo, símbolo de su valentía.

El pacto de paz y la creación del Centinela
Tras dos guerras devastadoras y centenares de muertos, ambos clanes comprendieron que no podían continuar con su eterna enemistad. Decidieron firmar un pacto de paz para que el conflicto no volviera a repetirse. Para sellar el acuerdo, colocaron una gran roca en la frontera entre sus territorios. A esa roca la llamaron el Tolmo, un recordatorio de la tregua alcanzada.
Además, para garantizar que la paz perdurara, erigieron un guardián pétreo en lo alto del Collado de la Dehesilla. Lo llamaron El Centinela, destinado a vigilar desde entonces el cumplimiento del tratado entre las dos Pedrizas.

La Pedriza en la historia reciente
Los siglos transcurrieron y el mito se fue perdiendo en el tiempo. Durante muchos años, la Pedriza pasó desapercibida, sus formaciones rocosas ignoradas por los viajeros. No fue hasta finales del siglo XIX y principios del XX cuando comenzó a despertar interés. Figuras como Casiano del Prado y, más tarde, Bernaldo de Quirós y Juan Almela Meliá, exploraron estas tierras y le dieron un nuevo significado a la Pedriza.
Especialmente llamó la atención la imponente Peña del Yelmo, cuyo majestuoso perfil despertaba la imaginación de quienes la contemplaban. Fue en 1908 cuando Quirós y Almela decidieron escalarla, iniciando así una nueva era de exploración y redescubrimiento del mayor conjunto granítico de Europa.

Un homenaje a la montaña
Con el tiempo, la Pedriza se convirtió en un lugar emblemático para los Montañeros. En un gesto simbólico, el Canto del Tolmo se convirtió en el escenario de un homenaje a Francisco Giner de los Ríos, pionero en el excursionismo y amante de la Sierra de Guadarrama. En su honor, una dedicatoria quedó plasmada sobre la roca, perpetuando su legado y el amor por las montañas.
La voz de la Pedriza
Hoy, quienes recorren la Pedriza y escuchan el viento silbando entre sus rocas pueden imaginar que no es solo el aire el que habla. Es la voz de una tierra que recuerda sus antiguas batallas, sus pactos de paz y los pasos de quienes la han explorado. Es la historia de la Pedriza, escrita en piedra para aquellos que se aventuren a escucharla.
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