El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, es refugio de montañeros, protagonista de aventuras, un lugar mágico y donde encontrar la grandiosidad de la naturaleza. Lo que ha llevado a estimular la imaginación con las Leyendas de Monte Perdido.
Rodeado de leyendas, de Monte Perdido se dice que surgió de la niebla tras la negativa de socorrer a un mendigo por parte de un pastor, y que existe en él un palacio hechizado cuyos jardines evocan el mismísimo paraíso terrenal.
Las Leyendas de Monte Perdido
Tantas son las historias de nuestras montañas, cultura de otros tiempos y tesoro inmaterial que debemos conservar que se nos hace poco contra tan solo dos de ellas
Leer estas historias, pero sobre todo recordarlas y en las noches que estéis en refugios junto a compañeros de cordada, contarlas y compartirlas para que no caigan en el olvido.
Hablemos del Pastor Egoísta que no quiso ayudar a un mendigo, o de donde se esconde el Palacio de Atland, en las entrañas del Monte Perdido.
Disfrutar de nuestra cultura, por que la montaña, no solo son piedras, son anhelos, esperanzas, deseos y cultura viva de los pueblos primigenios de la tierra
Historias y Leyendas de los Pirineos
Otras leyendas:
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La Dama del Anboto
La Leyenda del Pastor Egoísta
Hace mucho, mucho tiempo, existía un lugar hermoso, de abundante hierba y exuberantes pastos, donde los pastores del Sobrarbe llevaban sus ovejas a pastar
De entre los pastores, había uno que destacaba por su carácter arisco, solitario y de pocos amigos pues apenas se juntaba con la gente, pasando las horas tallando con su navaja figuras y utensilios de madera parta hacer negocio con los aldeanos.
Una tarde, el pastor quedó solo descansando junto al río, se le acercó un hombre, descalzo, sucio y pobremente vestido. Aquel hombre, que venía caminando por la orillas del rio, presentaba una figura encorvada y fina, el rostro demacrado por el hambre, y con la voz de enfermo susurro:
“Llevo mucho tiempo sin probar bocado. Deme algo de comer, Dios se lo pagará”.
La figura del hombre así como los andrajos que llevaba por ropa, hacían cierta la pobreza de aquel hombre que vagabundeaba ayudado por un palo que hacia de bastón, avanzando a duras penas por entre las rocas del sendero. Era evidente que llevada varios días sin comer, y que requería de ayuda para sobrevivir.
El pastor, indolente, observó al pobre hombre, y decidió mantearse al margen ignorando la necesidad de tan lastimero espectáculo. Sacó una de sus figuritas a medio tallar, y se centro en terminar su trabajo.
El mendigo, con voz quebrada, le volvió a repetir:
“Deme algo de comer. Dios se lo pagará”.
Pero el pastor continuó ignorándolo y se centro en la talla de madera, haciéndose ajeno a las súplicas del desconocido.
El hombre desapareció, y tras de sí, dejó un frío manto de niebla que comenzó a cubrir el valle. La bruma se hizo intensa cerrando la vista a no mas de dos pasos y el pastor, asustado por tan repentina ceguera se puso en pie y, junto a su perro, comenzó raudo a reunir su rebaño.
El frío se echó encima, uniéndose a la bruma y a los pocos minutos se desató una tormenta de viento y nieve, de fuertes cilliscas.
El pastor, solo en el lugar y preso de la situación, comenzó a gritar, tanto como sus pulmones daban de si, tratando de encontrara a su ganado, y corriendo de un lado a otro, desesperado. Unos pocos minutos bastarón para dejar todo congelado, del pastor y su ganado, nunca más se volvió a saber, pues desaparecieron para no volver…
Tiempo después, cuando la niebla desapareció, allí donde hubo verdes prados y coloridas flores, una inmensa montaña de descarnada roca y profundo hielo, se mostró altiva y rotunda, a la que llamaron: “Monte Perdido”. Impresionante y peligrosa, surgió como castigo al pastor que negó caridad, al pobre mendigo.
Y concluido el cuento, comienza la leyenda: Pues según todos, aquel extraño mendigo no era otro que San Antonio, el cual, antes de desaparecer dijo al pastor:
“por avaricia te perderás, y allí donde te pierdas, un gran monte aparecerá, inmenso, y tan grande como tu falta de caridad”.
Leyenda del Palacio de Atland.
En el origen de los tiempos un misterioso personaje, ser de otros mundos, vagaba por el valle mostrándose a los lugareños como un anciano ermitaño barbudo, llamado Atland.
El anciano vivía en una cabaña construida con sus manos a base de piedra sin trabajar, y troncos enteros de abeto, siendo conocido y respetado por los lugareños.
En realidad este ermitaño barbudo, no era un anciano cualquiera, pues era un mítico dios “Encantador de las Cumbres”, descendiente de los atlantes y enviado de los dioses para construir por artes mágicas, un palacio que sirviera de morada y puente entre los hijos de la tierra y los hijos del misterio.
Tardo varios siglos de trabajo duro y secreto pero lo logro, y terminó el hermoso y maravilloso palacio con cuatro torres custodiadas por magníficas bestias talladas en la tierra, ubicado a las faldas del Monte Perdido.
La belleza del palacio era tal, que Atland hechizó la construcción para que no pudiera entrar cualquiera, haciéndolo visible únicamente a algunos elegidos con el don de la «Segunda Visión».
Tan bello palacio tenían un fin previamente dispuesto por los dioses, y debía ser lugar para hacer florecer el amor entre un hijo del Misterio y una hija de los hombres
Para proteger el palacio y los amores, el encantamiento de Atlante, hacia imposible ver y acceder al palacio si no se hacia a lomos de un pegaso o un dragón, por lo que la entrada quedó vetada, no solo a humanos, si no a otros muchos seres que habitaban esa tierra antigua, y sobre todo a los antiguos gigantes de aquellos remotos valles.
Todo dispuesto ya en el palacio, Atland se disponía a recibir a Moro, hijo del misterio y a Elvira hija de los hombres, como la pareja elegida para consumar el amor entre ambas razas. De esto se entero Aneto, poderoso gigante de la zona, que comenzó a celarse por la suerte de estas dos razas favorecidas en la elección de los antiguos dioses.
Aneto, decidido a evitar el plan de los dioses, juró interponerse en el encuentro, y cuando Atland conducía a su palacio a los dos jóvenes, apareció bajo la niebla del Monte Perdido y antes de que Atland pudiese defenderse, lanzó una flecha mortal de fuego, que acabó con la vida de Atland.
Todas las voces de los dioses se unieron en un solo grito, resonando a lo largo del firmamento, Atland cayó al suelo, y el cielo se cubrió perdiendo su luz tras las nubes negras. Otro rayo cayó atravesando el cielo para abrir una grita en el suelo bajo los pies de Aneto. La grieta creció y se trago al gigante, removiendo sus entrañas de barro mientras se mezclaba con el gigante, surgiendo como resultado una fría montaña, de piedra y hielo, que crecía hasta el cielo
Aneto pereció sin saber que le había matado, pues la respuesta inmediata a la muerte de Atland, fue producto de la maldición que este había conjurado para proteger el buen propósito del palacio construido. Sin amor que albergar en su interior, el Palacio desató la profecía que Atland dejo escrita sobre antigua runas:
“Una flecha arrebatará al constructor
Y lo devolverá hacia los cielos
Y cabalgará sobre su poder;
Y el fuego de los cielos
Hallará un enemigo,
Y caerá sobre él,
Hendirá la piedra,
Se alzará la montaña,
Y tan alta será
Como su maldad”